EL MUNDO
“Olas de un mundo que se abate, es el hombre”
Se tiene, se vive, se siente, se quiere; etc.; sin embargo pareciera que ya, mejor dicho desde hace tiempo el hombre a construido una morada más, una choza más, una morada para su alma, pero mejor sí decimos para su espíritu.
Porque desde hace tiempo ya la vida, el universo, está entrando, se está adentrándose en el cuerpo del hombre. Siendo cuerpo físico, siendo alma, siendo espíritu.
Pero a la vez ésta vitalidad que es capaz de tener ojos porque quiere tener ojos, que es capaz de ver, de pensar, inclusive de sentir, porque quiere ver, pensar, sentir; es como un río, como una ola, que brota desde ese centro vacío que es, desde ese agujero negro que es y sale como fuente, brota.
Entonces sí allí lo bello, el choque de estas dos olas, el istmo. Aquello que se eleva de sí, aquello que es palabra, aquello que es lo destilado. Esa esencia no brota de la nada, sino es destilación; como si fuera un humo, un perfume, un halo. Como si desde esas dos olas, como si desde esos dos ejes que forman un plano invisible (solo para el que no lo quiere ver) se eleva el eje z, se eleva lo bello, lo bien hecho, la cosa bien labrada, la cosa armónica, la forma agradable, para un nuevo sentir.
Para un nuevo poro, para un nuevo canal, una nueva sinapsis, entre el mundo exterior y el mundo interior del hombre.
Desde ya hay mucho desierto. Aquello que deja el agua en su partida, en su huida, en ese inexorable destino que tiene: movimiento. Ella deja a su paso, nos deja a su paso vida reservada, vida condensada, solidifica, guardada, almacenada; para que brote lo que es: el alimento.
La vida como un circulo, como una intención solamente, como algo que nueve, promueve, agita, despierta, lo que siempre está, lo que nunca llegó, ni se ha ido, lo que permanece, como señal, huella, rastro.
El espíritu y aún el espíritu del hombre, es solo un agricultor, algo, alguien, que riega, que canaliza, la vida que está ya, aquello que es movimiento, aquello que se despierta con solo una inclinación, con solo ponerla en una pendiente.
Luego un brazo, luego una herida, un desvío; para sacar algo del río, agua del río canalizado, del río acequia, del río cuenca, de aquello que ya es y se repite.
Entonces un bracito, un pequeño hilo de sangre, de agua riega un desierto, convierte al desierto en un valle, en un campo cultivado, a fuerza de insistencia, de permanencia, de dejar abierto ese poro, esa ventada, ese vinculo.
Así se ha formado el alma del hombre, así se ha regado, se ha poblado, es un campo vivo. Se siembra, se cultiva. Se siembra, brotan frutos, flores, colores, perfumes. Otra vida, otro mundo, otro universo: el alma del hombre.
Ahora sí entramos ya, en un mundo compartido, en un mundo formado como dos caras o dos mitades de una naranja. El mundo interior y el mundo exterior.
Ahora ya en el mundo interior se hace nuevamente la división, el hermafroditismo, la fecundación. La nueva criatura, lo espiritual, lo nuevo el mundo del espíritu, el eje z.
Desde no hace mucho éste eco, ésta ventana, éste circulo cerrado, nuevamente sobre una espiral que avanza. Bueno el avance de esta espiral, de este conjunto de círculos que avanzan, que penetran en la oscuridad, en el silencio, es el tiempo. Es el resultado del movimiento sobre un espacio, sobre un vacío eterno, sobre una nada insustancial.
Alma como mundo de los afectos, de las reflexiones, de los sentimientos, de los sueños, de las esperanzas, de las angustias, inclusive del arte, de las bellas artes. La morada, el lugar, el mundo en donde el hombre se siente a gusto, en donde el hombre dentro de esta morada se enamora, es decir vive con y con los demás con un vínculo, unidos como por un cordón umbilical llamado amor.
Pero de otro, de aquello que se está adentrando, de aquel nuevo poro, nueva ventana, mejor no digas nada, ya que no tiene que ver con el pensamiento, ni con el sentimiento, ni con el corazón aquel destilado músculo que se contrae en forma inconsciente y armónica al ritmo de los latidos del mundo exterior.
Esto de lo que te hablo, es algo nuevo, algo que te enceguece, algo ante el cual tienes que callar, bendecir, ya que la palabra son cántaros que rebalsan, son cántaros minúsculos, innecesarios para poder contener lo que se contiene solo.
Es como el vuelo del colibrí, no veras las alas, no veras la vida porque ella en es movimiento rápido, en ese movimiento imperceptible, se agita, se mueve, se sostiene.
Acaso tu ves a la luciérnaga en la oscuridad, solo ella se muestra cuando emite la luz, solo a ella la puedes ver cuando ella quiere hacerse ver. Así es de lo que te hablo, así es de aquello que está, que está siempre, y solo aparece ante ti como vuelo, como movimiento. Pero tu quieres ver continuidad, sí está sobre la tierra debe tener pies, cómo camina, cómo se desplaza, en último caso cómo vuela.
“Pero de ahí a que aparezca en un punto y luego en otro y yo no pueda seguirlo, no pueda calcular su próximo paso, eso si no puede ser” Así piensa el hombre, así pensamos los hombres.
Sin embargo la huella, nuestra sombra está adelante de nosotros. Ella va siendo, ella va adelante, no atrás, nos va guiando como se guía un ciego para cruzar una calle, infestada de autos, de tránsito, de movimiento.
Un mundo nuevo, un tentáculo nuevo que ha brotado, de uno ya gastado, en último caso ya se está gastando; porque, todo que, toda cosa que nace inmediatamente comienza a morir, comienza a desgastarse; para que el nuevo miembro, un nuevo miembro ocupe su lugar. Una rosa nueva reemplace a la ya gastada, a la ya vieja al nacer, al desprenderse de lo que la contiene.
Del pensamiento brotará lo nuevo. Hoy con el pensamiento vemos, pero estamos ciegos para lo imperceptible. Entonces sí, a seguir a Wittgenstein, a observar antes que pensar, porque el pensamiento ya es ciego para lo nuevo, aquello que está brotando de nosotros, del pensamiento.
La belleza podrá ser esa satisfacción íntima, ese goce, ese juego, ese juego con las palabras, desde las palabras, desde los sueños, desde los temores, desde la angustia, desde la ignorancia, desde la oscuridad, desde el silencio.
Somos un ojo que ve, que trata de ver, un oído que trata de escuchar, unas manos que tratan de esculpir, un pensamiento que trata de expresar, de poner en evidencia, de mostrar, de demostrar, de traer a la luz aquello que desde siempre está.
Somos solo algo que despierta, algo que desde el desierto árido aparentemente estéril, brota, pero brota siendo; escribiendo, pensando, sirviéndolo sobre esa mesa extendida al mundo, en el mundo, que ahora la están comenzando a llamar….
Una palabra aún no nombrada, aún no dicha. Si por dicha quiere decir ya hablada, un placer ya sentido, pero todavía no expresado, todavía no puesto a la luz.
Si el hombre a pensado, ahora el mundo lo hará. El hombre tiene cien mil millones de células; ahora sobre la tierra, el mundo, el nuevo ser que está formando el hombre, solo tiene seis mil millones. Todavía no está formado aquel cuerpo que nombrará la nueva palabra, aquel cuerpo invisible, para la célula que lo forma.
Un nuevo eco y un eco de retorno. Primero la captura, la posición, el tomar una forma; luego un adentrase, una ola que se sumerge en el alma, en el espíritu del mono que piensa. Ahora la contra ola, el mundo.
PRÓXIMO CAPÍTULO: lunes 15 de Octubre
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Gracias. Karigüe
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