lunes, 7 de septiembre de 2009

Libro “El Milagro” – Capítulo 10

LO NUEVO

A veces suceden cosas, que no son las esperadas, las planificadas, las previstas, y que además se nos van de la mano; nos solemos lamentar por las consecuencias a lo que nos pueden llevar; sin ver la posibilidad de que esas mismas cosas, son las que en forma indirecta nos conducirán ha lo que es mejor, a lo que es lo conveniente.
Hölderlin dice en su poema a los poetas: “Bendice todo lo que te sucede y se propenso a la alegría” y Nietzsche nos agrega: “Hasta la cosa más mala tiene dos caras buenas”
Podríamos decir que es un exceso de optimismo; pero a través de la vida, de la vida de todos los días, comprobamos que es así, no sólo hay que agradecer sino bendecir también. A los poetas les corresponde entender que bendecir es: ven a decir.
La adversidad no es nada fácil de sobrellevarla; pero frente a ella tenemos tres posibilidades: o nos dejarnos abatir, o pensar lo que nos decía Nietzsche o ver a la realidad como es. En éste último caso, las cosas son como son. Una desgracia por ejemplo, un accidente, sucedió y punto, tenemos que encontrarle una solución o por lo menos una respuesta. Ahí es, donde si vemos a esa realidad como una posibilidad de mejorarla o mejorarnos a través de ella.
Demócrito decía: “En la vida no hay ni premios ni castigos sólo consecuencias” Es verdad, la realidad de las cosas que nos suceden son consecuencia de lo que hacemos.
No hay nadie afuera, quien nos está preparando o dando premios o castigos. La vida está hecha como para que sí plantamos papas nos crezcan papas, es como la tierra.
Si es verdad también que hay accidentes, cosas que se escapan de nuestro control, pero son pocas, se podría decir muy pocas.
¿Qué tenemos afuera, en eso que hemos llamado mundo, cosmos, tierra? Una realidad, algo con lo cual tenemos que convivir, compartir. Eso de afuera, los demás, tienen las mismas condiciones que nosotros, tiene que enfrentar a lo que es otro para ellos.
De este lado estamos nosotros, el mundo interior de cada uno, el alma, un espíritu, una historia, una cultura; realmente es una realidad, en el cual el yo tiene que jugar una partida. Instintos, deseos, miedos, vicios, anhelos, sueños, etc., tan grande como el otro, el exterior.
Aquí es bueno hacer un punto de inflexión, mejor verlo. Hay como una capa muy delgada que separa los dos mundos, y en esa capa cómo si fuera una piel, nos rodea y es un ojo que ve, que observa, que analiza y hasta toma decisiones. Ahí estaría ubicada la voluntad, la fuera, la fuerza armada que va hacer cumplir las ordenes, que un yo reflexivo e instintivo a la vez, ordene, ordene que se ejecute.
Podríamos suponer que esa capa, es un centro que ve, una mismisidad, un agujero negro; pero ¿Cómo sería? ¿Todo estaría afuera de ese centro? Pero si nos ponemos a percibir, a sentir, cómo actúa esos mecanismos en nosotros, podremos decir que hay un momento en el cual vemos que hay un mundo exterior bien definido cuándo miramos hacia fuera; pero cuando miramos hacia adentro, vemos a nuestro mundo interior.
Es decir ese centro perceptivo está entre los dos mundos. Nuestros sentidos ven al mundo exterior, lo escuchan, lo saborean e incluso lo rozan, lo huelen; pero cuando tratamos a nuestro mundo interior no lo vemos, no lo escuchamos, porque no habla, ni huele, ni tiene sabor, ni habla.
Está allí, existe; pero no es nada físico, sus sentidos no son o mejor dicho no deberíamos de hablar de sentidos.
Está el yo, está presente, está la conciencia. Soy yo el que me pregunto y el que contesta, es un diálogo permanente el pensar, el analizar. Es como si por momento el yo hace del tu, y el tu hace de yo, siendo la misma persona. No es que solo hay una mirada fija que ve y va oscultando la realidad, sino es como si se estuviera caminando con los dos pies, un paso y después otro, un cierto balanceo, un cierto hamacarse; una forma binaria.
Mentalmente podríamos estar en el estado de movernos sobre un plano, una forma racional, en la cual ponemos la realidad, la realidad nuestra y de las cosas en un plano, como cuando nos arrastrábamos por el suelo. Después nos pusimos de pie, y si bien seria un eje Z limitado, pero por lo menos desde esa nueva altura, nos permitió ver al horizonte.
En el plano mental estamos erigiéndonos sobre otro eje, sobre el eje Z limitado también. Ese eje Z es algo oscuro, no lo vemos, no lo podemos ver, porque nos falta altura, desarrollo de altura metal.
Esto quiere decir que cuando tratábamos con dos ejes, es decir el X y el Y, que vendría ha ser el yo y el tu, había alguien que armonizaba con los dos, el reconciliador, una especie de confesor.
Bueno ahora ese punto, por así decir se expande elevándose de sí, crece y no tenemos ahora con qué verlo. Ese eje es la vida espiritual, el arte, la inspiración, la razón básica, eso que nos da confianza a la cual hay que bendecir, y esperar que convierta la cosa mala en dos cosas buenas. Una especie de un dios.
Siempre a lo superior lo hemos llamado Dios, pero no nos apresuremos, es solo un paso más. Ya sabemos que el pensar es un sentido más; como es la vista para el cuerpo; así el pensar es para el alma, para la mente, para ese mundo interior del que estamos tratando.
Este eje Z es el milagro, es lo milagroso, lo nuevo, lo consecuente, la consecuencia natural de nuestro crecimiento, aunque en realidad deberíamos llamar expansión.
Lo existente, es solo como una onda expansiva, se podría decir que no tiene ni es energía, sólo algo aséptico que se expande, pero que toma, despierta lo antiguo, lo ya existente y lo convierte en materia y energía, en cosmos.
Imaginemos ahora algo interesante, supongamos que esa onda crea el universo, la tierra y hasta el cuerpo del hombre, y que por un accidente o consecuencia, en este momento no importa, tiene el camino, el sentido y dirección del recorrido u órbita del agua en el universo.
Ya vimos que el agua cuando es sangre y circula por nuestro cuerpo tiende a irse, y lo hace estando en la tierra; y si ésta agua o esta honda quedó atrapada dentro del casco, dentro de ese casco que es el cráneo del mono que piensa, ya sabemos que allí se crean tormentas como en la atmósfera, pero en el cerebro son ideas.
Hasta ahí estamos bien, pero nuestra bendita honda ahora dentro de ese cráneo ha hecho su nido, un nido, ya no quiere expandirse ni crear universos, ni cosmos, ni menos otra vida.
Ahí está cómoda, no estamos hablando de nada divino sino de cosas que existen dentro y fuera del cosmos, no tenemos que limitarnos a lo que hay dentro del cosmos.
Volvamos ahora a nuestro bendito eje Z, es el eje – expansión que se eleva de la vida, cómo para formar un volumen, inclusive el mismo cosmos está en el plano y de ahí lo nuevo.
Lo interesante es la creación, la formación de un centro, de un ojo que vea este volumen.
Aquí la pregunta ¿Quién ve nuestro sueño, cuando soñamos?
Nuestros sueños son los escombros del universo, aún sin participar, aún sin tomar partido, están como cuando se pensaba que había un limbo.
La aglutinación, alrededor de un centro catalítico, permitió la formación del mundo; ese centro catalítico, es ésta onda no digamos atrapada sino reposada, en nuestra serena oscuridad, desde donde somos.
Algo divino que no es una consecuencia de lo que es cosmos, de lo que es orden, equilibrio; sino existencia sin limites ni bordes, algo que está siempre y lo seguirá estando y además inabarcable para nuestra mente plana y a lo sumo volumétrica.
Pero debe haber algo que mire a este volumen, aunque resulte interesado y hasta harto repetitivo, ese algo nuevo se anida en el corazón de los poetas.

Karigüe

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Gracias. Karigüe

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