domingo, 15 de marzo de 2009

Libro “Mi amigo el Poeta” – Capítulo 10

Julián.- Como te dije, el hombre tiene dos derechos fundamentales: su libertad y su derecho a pensar. El de su libertad es más visible, el hombre lo necesita para su vida diaria, en su existencia cotidiana; pero el pensar es la actividad con la que no solamente se relaciona, sino que se construye, se crea constantemente. El hombre piensa inclusive cuando le falta su libertad.
Entonces tú me preguntaras: ¿Cuándo el hombre pierde ese derecho?
Estimado amigo, cuando se lo mutila, cuando desde chico se lo castra, se lo anula, se lo mantiene ignorante y más aun, lo más peligroso y lo más frecuente, se lo aturde.
Ahora puedes pensar que hay alguien que coordina o ejecuta con intención esta tarea. No, mi amigo, no es una persona, no te equivoques, es la locura. No la locura creadora, sino la destructora, la que nos lleva a pensar que somos los reyes del Universo, los hijos predilectos de dios, los creados a imagen y semejanza de dios. Esa locura que nos convierte en zánganos que tratan de vivir de los demás, no con los demás.

Rubén.- Un tema que es frecuente en nuestros días, es el de las creencias relacionadas con el esoterismo, la magia, la hechicería y todo lo que tiene que ver con lo misterioso para el hombre promedio. Me gustaría profundizar este tema.
Comienzo por decirte que yo creo en la astrología. La posición, la masa, la energía de los astros influyen en todos los elementos de su alrededor; es muy difícil, por no decir imposible, que podamos determinar las influencias sobre los hombres estudiando la naturaleza de esas fuerzas. Lo que si ha hecho el hombre es observar el resultado de estas fuerzas sobre nuestra naturaleza o nuestra forma de ser; lo ha ido haciendo a través de lo estadístico. De una manera aproximativa se fueron confeccionando cuadros o cartas como usan las personas que se dedican a este tema.
He observado como influye el clima o el lugar de nacimiento en las personas. Por ejemplo, yo nací en un lugar rodeado de montañas, pero vivo donde no hay una montaña. Mi sensación es que cuando estoy en un lugar llano me encuentro (muy sutilmente, por supuesto) como desamparado, pero en un lugar rodeado de montañas me encuentro como protegido. Creo que de una manera inversa les debe de pasar a los que nacieron en un lugar llano. Este solamente es un ejemplo de la forma en que influye el medio que rodea a un ser vivo.

Julián.- Vamos por partes, ya que tu planteas varios temas. Uno de los detalles que hay que tener en cuenta cuando uno reflexiona, es aislar lo más que se pueda el tema que se quiere tratar.
De los tres temas que planteas: la astrología, la magia y la brujería o hechicería, el de la astrología es el más científico, por así decir. Si bien creo que no está considerada por el hombre como ciencia, en mi opinión debería considerarse como tal.
No olvidemos que tardamos unos quinientos mil años para darnos cuenta de que existía la gravedad. Todas las cosas que existen en la Tierra, o en el Universo, de una manera u otra están relacionadas.
Por ahora podemos medir la fuerza de la gravedad, las ondas electromagnéticas, la radiactividad etc., pero con seguridad existen otras fuerzas que actúan, como las que producen los astros, las montañas, los lagos, los ríos, los mares; inclusive las cosas materiales creadas por nosotros, como ciudades, maquinarias, etcétera.
Son numerosas y hasta se podría decir infinitas las fuerzas que actúan en nuestras vida diaria; este es un campo enorme, todavía no explorado por el hombre. Puede ser considerado ello como una parte de la astrología, ya que debemos contar con una ciencia que se ocupe de estas relaciones o influencias entre las cosas.
El tema de la magia y la brujería, se desarrolla en otro nivel. Ese nivel pertenece al lado oscuro que tiene el hombre. El cual debemos tratarlo con el mayor de los respetos. La gran obra del hombre es la creación, la formación de la conciencia: la hemos creado lentamente a través de la asimilación de lo vivido, de lo experimentado; pero no solo de la experimentado; pero no solo de la experiencia externa, sino también de la experiencia interna.
Una de las cosas de las cuales deberíamos maravillarnos, es esa catedral invisible que es el conocimiento. La palabra conocimiento tiene que ver con esa visión que tiene como origen el presente y se pierde en el pasado, que es el cimiento de lo que somos.
Nuestra historia es la historia de un ser formado por eslabones, por generaciones, por hombres que fueron guardando, cuidando esas vértebras desde las cuales hemos brotado. No se podría imaginar cuanto se ha perdido; pero sin embargo todo ello no fue un trabajo, una obra en vano.
Aquí es donde quería llegar. A medida que aumenta nuestra conciencia, como si ella fuera luz que ilumina el mundo, aumenta también la oscuridad, esa oscuridad inmensa que nos lleva a la sencillez, a la humildad. Porque nuestro ser, a la vez que se eleva de si, se sumerge en la serena oscuridad del ser.
Puedo afirmar por lo que yo vivo, que cada vez siento más mi desconocimiento sobre todos los temas que trato. Si bien es una alegría, un gozo el saber, también es un goce el tener asombro de lo oscuro y maravilloso que es el mundo todavía no conocido.
Quedo como detenido en el tiempo cuando puedo tomar distancia de mi mismo y contemplo, contemplo a través de la historia, lo que hicimos, lo que podemos hacer, lo que tenemos, lo que nos falta por conocer.
El espíritu del hombre es inquieto, se afana por sumergir la cabeza en lo desconocido; entonces descubre, ve, devora, crece. Crecer: esta palabra proviene de otras dos, una es creer y la otra ser. Esta es su creación, su placer, y tal vez su destino.

Rubén.- Te escuchaba y era como viajar con tu conversación por el tiempo. Te digo realmente que es un placer viajar a tu lado y ser llevado como un niño por tus pensamientos. Además, era como si estuviera viajando por nuestro pasado, nuestro presente como si estuviera viendo lo que antes no veía, sin embargo estaba eso allí. Solo me faltaba la luz para ver, y esa luz son tus ideas.
Te digo, Julián, que he descubierto que uno de los mejores placeres es ver lo nuevo. Eso nuevo que está en mí, en la oscuridad de mi alma.
Pareciera que viajo sobre una carreta en donde voy tomando esas cosas que encuentro; voy como enriqueciéndome. Como si se expandiera, como si encontrara las cosas para un hambre que estaba allí, existía; pero no me daba cuenta de que es lo que quería comer esa inquieta necesidad, aunque ella no dejaba nunca de estar presente, de pedir y, por que no aguijonear también

Julián.- Me alegra que compartamos este placer de las cosas que son del alma. No se modifica la naturaleza de nadie, pero algo en nuestro interior cambia, crece y se expande, como tu dices.
Ello no es otra cosa que la participación en la creación del mundo, de nuestro mundo, el tuyo, el mío y el de los demás también. La medida en la cual sirve, tal vez nunca se llegue a saber; uno tiene que hacer las cosas bien, y si puede mejorarlas, enhorabuena.
No he escuchado de ningún Premio Nobel que desde chico haya estudiado para ser Premio Nobel. Me hace muy bien el camino que estamos recorriendo y, por lo que tu me dices, te sirvió a ti también.
Adelante, estimado amigo, hay mucho por andar todavía.

Rubén.- Ahora, me gustaría conversar sobre la música; creo ver algo más en la música que el simple placer que produce el escucharía. Te cuento que cuando, de mas joven, escuchaba música, trataba mentalmente de relacionar lo que ella producía en mí con algo real, algo que estuviera relacionado con el mundo exterior. Podía, por ejemplo, relacionar una cierta melodía con un paisaje; pero cuando pude escuchar atentamente la música de Bach, no era posible relacionarla con nada; ahí fue cuando comencé a sentir que la música producía en mi algo que no alcanzo a comprender.
Te puedo decir, por ejemplo, que su Tocata y Fuga me lleva, me transporta; siento al escucharla todo lo difícil, lo fuerte, lo doloroso que significa la vida, y también la energía para vivirla.
Otro ejemplo es el Adagio de Albinoni. Siento tanta melancolía, tanto dolor en el alma por lo perdido, por lo inalcanzable. Una soledad enorme, en la que está todo cerca y lejos a la vez. Creo que todos tenemos la necesidad de la dulce tristeza, de sentir que nada es nuestro, ni siquiera nuestra propia existencia. He llegado hasta las lagrimas al escuchar este Adagio, y me da un poco de vergüenza comentártelo.
Pienso que tal vez lo que yo siento al escuchar esta música, ellos, los que la hicieron, también lo sintieron. Que la sensación profunda que se produce en nuestro ser cuando el alma roza la realidad fría que nos circunda, es la misma para todos. Es como si un hilo conductor nos fuese uniendo, haciéndonos formar el alma del mundo.
Otro barroco, Vivaldi en su Concierto Doble, con dos o tres notas tan simples y transparentes como el agua, produce en mí una tristeza inmensa, una melancolía tal que me hace sentir que estoy en un mundo que no es el mío, que pertenezco a otro. La melancolía no es más que un recuerdo encantado, que nos transporta aunque sea por instantes a ese mundo del cual somos.
Karigüe


Si ha leído este capítulo, me gustaría escuchar sus comentarios, enviando un mail a pensamientos@karigue.com.ar.
Gracias. Karigüe

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