martes, 10 de marzo de 2009

Libro “Cuando se retira la ola” – Capítulo 3

LA POESÍA

No hay otra manera de conocer la realidad de lo que nos pasa, de cómo son las cosas, los hechos, los accidentes, las relaciones, sino es a través de la reflexión.
Ese sentido del espíritu que para a la mente, al alma; en donde pasiones, pensamientos, sentimientos, se destilan; se los pone, como se suele decir, en su lugar, en el lugar que les corresponde.
Y aquí está la dificultad, porque el lugar es una cosa relativa, no sólo porque cada uno de nosotros tiene su opinión; sino que lo conveniente, lo razonable, lo correcto, tiende inexorablemente a la perfección.
Como si ésta vida hubiera sido creada con un sentido; el sentido que va del caos hacia lo armónico. Es un fluir, un desarrollo, una evolución; que geométricamente a través de una imagen es prematura, débil, borrosa.
Ya que por nuestro desarrollo hemos comenzado con la imagen, luego la imagen comparada: la metáfora, para llegar a la palabra. Allí encontramos a Nietzsche quién nos dice: “Toda palabra es una metáfora muerta”
Pero con la palabra comenzó el diálogo, el diálogo con uno mismo, que es el pensar; la idea, el concepto, la regla, la ley. Todo un camino, un sendero de cabras que viaja, que va, que cubre toda la faz de la tierra, desde las profundidades de los mares, hasta lo glaciares, las montañas altas, los valles, las quebradas, los desiertos. Es así, el recorrido, es variado en todos los sentidos y los estados.
Pero, ordenamos a través de la reflexión, de la destilación, del paso a paso, del eslabón al eslabón, del mejoramiento continuo.
Todo esto lo hemos conseguido, porque hay una razón básica, hay un orden; sino esto, ésta tierra, éste mundo, hace mucho que hubieran desaparecido. Es la obra de alguien.
Miramos al cielo, al firmamento, ya sea a través de nuestra vista o de las herramientas que hemos creado, que no son sino prolongaciones de nuestros sentidos, para ser más abarcativos, de nuestro ser. Luego miramos a nuestro alrededor: las cosas, la naturaleza, la gente, la obra del hombre; y después contemplemos nuestro mundo interior. ¡Qué maravilla! Qué genes, qué células, órganos, sistemas, cerebro, pensamiento; y lo más importante la profundidad; sí allí adentro, en el fondo de nuestro ser, algo, alguien al cual no podemos mentir jamás.
Los poetas lo llaman corazón, ser; pero es como si desde allí manara, brotara, una fuente inagotable de vida, permanentemente. El poeta lo sabe, lo sabe porque desde su interior, brota un poema, brotan las palabras con alas, esas palabras que después forman el poema, como si fueran flores, para luego hacer el ramo.
El contemplar todo esto ya es un placer. En algo hemos participado, en crear ideas, cosas, inventarlas, mejor debería decirse armarlas; porque toda obra del hombre, inclusive la artística, es un re - juntado de lo que hay, es un armado. Es como si ya estuvieran las flores y nosotros armásemos los ramos; y a veces los ponemos en el centro de la mesa.
Luego de vivir, sentir, a través de todos los sentidos del ser, comenzamos algo maravilloso, que eso sí, casi nos pertenece en su totalidad: nos comenzamos a olvidar de nosotros mismos, el olvido del ser, la dilución, el diluirse del ego.
El ego es algo infantil, producto de nuestra cultura, comenzamos abrirnos paso a mazazos, no sólo contra la maleza, la jungla, sino contra los otros, contra el otro.
Pero eso fue ya hace tiempo, aunque prevalece todavía, no sólo como mundo, como parte del mundo; sino como parte, como componente de nosotros mismos.
La vida superior, la vida espiritual, es como sumergirse en un mar, volver al mar, nuevamente y ser parte de él; pero ya no un mar de agua sino un mar que desde hace mucho el hombre lo está creando; mejor si decimos que lo está aclarando; porque nacimos sin ver, el hombre como hombre también, luego caminamos a tientas con ese bastón, con mango de nácar y punta de acero, que se llama razón.
Vamos, si así es, vamos palpando prueba y error, así hemos y estamos todavía avanzando.
Ese nuevo mar, es como si estuviera formado con sinapsis, sí sinapsis que unen, que comunican; como lo hace el agua que une a las cosas, a los animales, a las plantas y los mantiene así unidos, relacionados. Es como un hogar, una morada.
Como es también el amor, el aire, sustancias que relacionan, que unen, que forman una cierta comunidad, una común - unión.
Ya lo estamos soñando a través de las ideas, y de algo superior a las ideas que es, que son, las fantasías; sí, si no se sorprendan; y viene además ésta palabra de fantasmas, algo que está, pero no es físico, no lo podemos tocar, no lo podemos ver, ni menos sentir, a lo sumo percibirlo.
Comencemos a rastrearlo, a encontrar sus rastros, sus huellas, porque debe haber comenzado hace mucho tiempo y sigue siendo nuevo.
Tal vez comenzó con el Prometo de Esquilo, luego el Hyperion de Hölderlin, para seguir con el Saratustra de Nietzsche, tomemos estas tres huellas; pero con seguridad hay muchas.
Es el hombre el que toma identidad, el que sueña, imagina y crea situaciones, espacios, moradas, en donde se explaya, va como tomando el desierto, el vacío dejado por algo que se retira, ya no son mas los dioses protectores, está el Dios, está lo por ser, un camino, solo un camino, pero bifurcado.
Cuando el discípulo le pregunta a Saratustra sobre el camino a seguir, él le contesta: “Éste es mi camino, cuál es tu camino, no hay un sólo camino”
He ahí el nuevo mar, el nuevo espacio abierto que el hombre está habitando, está tomando lugar, posición; como si nuestros antepasados hubieran sido los soldados que tomaron el fuerte, y nosotros, sí tu y yo, seremos los administradores, los políticos, los jardineros, los legisladores, los obradores, de este mundo nuevo.
Ya hay, y es cierto, algunos habitantes como cosas, las artes están hacendosamente trabajando, son los labradores, los que construyen casas en donde morar hasta el próximo paso. La música, la poesía, la pintura. Ya los vemos trabajando entusiastamente, se han esparcido por todos lados, han superado esas barreras llamadas idiomas, razas, culturas.
El animal no especializado; al animal abierto al mundo y constructor por lo tanto de él, le han crecido alas; porque por un lado cómo no puedo volar físicamente inventó los aviones; cómo no pudo volar con su alma invento las fantasías; y, y esto es lo hermoso, cómo no pudo volar su espíritu, él por ahora hace del viejo mundo lo convierte, mejor dicho, se diluye seria la palabra, y es todo, y es uno.
Se diluye, se esparce, se une, sale de sí y se da cuenta, sí es una toma de conciencia también, de que él no necesita volar, porque las distancias desaparecen en es nuevo mundo.
Se ha dicho que la distancia es el alma de la belleza, al desaparecer ella, al no estar como separación o como espacio, el espíritu, nuestro espíritu, se convierte en puro tiempo.
Al ser puro tiempo, un fluir constante, la eternidad se abre para el, la niebla de la separación que lo cubría, se retiró, se fue; está él como presente eterno.
El ser unido al Ser: el camino de la poesía.


Karigüe


Si ha leído este capítulo, me gustaría escuchar sus comentarios, enviando un mail a pensamientos@karigue.com.ar.
Gracias. Karigüe

No hay comentarios: