lunes, 11 de febrero de 2013

Libro "Z" – Capítulo 17


PAZ CIENCIA
Es difícil ver, darse cuenta; cómo desde el yo, desde la conciencia del yo, se puede entender, conocer, ver, lo que somos, lo que hemos llegado a ser, lo que estamos siendo y lo mas importante lo que realmente está aconteciendo.
Lo que sí es fácil de ver, es la serie, la concatenada serie, de escalones, eslabones, que es el universo, que es el ser, que somos, que son las cosas.
La metáfora es la herramienta con la que contamos para ver lo que acontece en el universo.
Karigüe decía: ”Un pájaro es una hoja desprendida del árbol de la vida, que se eleva” Es desde la tierra que el animal se desprende, se convierte en un astro, dependiente, pero con su órbita determinada. Lo mismo la lengua, el lenguaje, como algo más que un sentido, algo que el ser del hombre extiende. Mejor sería decir que el lenguaje se desprende del hombre, aunque siga por ahora dependiendo de él.
Es la naturaleza como vida que lentamente se va desprendiendo de su madre tierra, de la Mama Pacha. Es el animal después quien se desprende de la naturaleza, de la tierra, para caminar; ya no depende directamente, ya no mana como la planta de la tierra, su savia; si no que su sangre forma un círculo cerrado.
Luego el lenguaje como algo más que sentido, algo más que una garra, es lo que funda mundo. Un mundo en donde el mono que piensa vive, comparte, hace que el lenguaje sea, crezca, se convierta en mundo, y allí habite como idea, como concepto, como pensamiento, que hacen, que construyen, su morada, su propia morada.
Así suceden los eslabones concatenados. Así la hoja desprendida del árbol se convierte en pájaro. Así el pájaro se convierte en canto, en manada, en seres alados, que recorren el mundo, que forman su propio mundo habitando la tierra.
Lo interesante es que para un pensador lo próximo, es en lo que se convertirá el lenguaje, en lo que se convertirá. Es decir saber, presentir, aquello nuevo en lo que se mutará el lenguaje.
No solo construye el lenguaje al mundo, sino al ser, a su propio ser. El ser en sí es la creación del lenguaje. Es él y lo que ve, lo que describe, como algo que va describiendo lo que va siendo, en lo que se va convirtiendo.
El ojo que ve nuestros sueños, ya deja de ser leguaje. El lenguaje como herramienta, pero desde el otro lado, desde el lado de arriba, desde el lado de lo adelante. Si por adelante entendemos el sentido de nuestra creación, de nuestra evolución.
El hombre, el ser del hombre está en el centro, un centro como el de la esfera, que ve a través de los radios, de los rayos, las distintas circunferencias, las distintas esferas de lo que está compuesto, de lo que a la vez se está componiendo.
El hombre tiene hambre, tiene sed, y sale en busca del agua, de sus alimentos. Necesita respirar también, pero eso lo hace su cuerpo automáticamente, ni siquiera le pide, ni le pregunta si tiene que respirar. El cuerpo mudo aquí, en este punto, toma el control de todo cuanto es; en lo demás él le da al alma, a ese mundo consciente la posibilidad de que elija, de que discierne; de que inclusive salga de sí, de su lugar, de ese estado natural de la materia que es la quietud.
Parte del cuerpo, su parte más etérea es la que sale en busca del agua y de sus alimentos; y así no solo consigue lo que necesita sino que forma una estructura, un entretejido, capaz de servirse de ello, después, para otras tareas; como son los pies y las manos, la boca, el aparato digestivo etc.
Es decir que el cuerpo mismo, se forma, se crea, para satisfacer sus necesidades primarias, y también para crearse otras necesidades, así seguir avanzando en su propia evolución, en su apropiado sentido.
Veamos en que se convierte el cuerpo mismo. Él necesita un cierto orden, un cierto control, para ellos crea y forma de sí el cerebro, quien a la vez coordina etc., pero siempre hay un delta, un pequeño diferencial, que hace, que crea la insatisfacción; pero la insatisfacción como un sentimiento, no como un desorden, no como una angustia.
La insatisfacción del cuerpo mudo, es ya una necesidad, como el hambre o la sed; así hay otras cosas; pero para no expandirnos demasiado, pensaremos en la insatisfacción como una necesidad que es necesario ser satisfecha. He aquí la necesidad de saber, de conocer, de entender.
Es la angustia, la angustia de Kierkeggar, de no saber que somos, de ver que hay un orden, que se desconoce quien lo implanta, desde donde viene, desde donde proviene.
¿Quién nos implanta ese ojo que ve nuestros sueños cuando soñamos? ¿Por qué ese deseo profundo por pelear, por tirar a los otros arena en los ojos? ¿Por qué tenemos que estar atentos, en guardia, esa paranoia, esa angustia de saber que nuestro presente es lo real, que el pasado y el futuro son algo que nos pertenece, pero que puede ser segado en cualquier momento? ¿No tenemos la seguridad? Es entonces la inseguridad aquello que no hace crece, brotar adrenalina, savia, desde la profundidad de nuestro cuerpo brota, y recorre por nuestra sangre, a través de nuestra sangre, regándonos, sembrándonos, con aquello que se fermenta adentro de nosotros desde siempre, la esencia que es, que se convierte en presencia.
Y crea ya, forma los eslabones, los anillos, los enjambres de células, de sinapsis, que nos unen al pasado, al futuro; y que nuestro yo desgrana, desde esa roca ya sólida que deja nuestro cuerpo mudo; que nos rodea, que nos protege, que no cobija, como hace la concha, la que el caracol construye.
Es el rastro que miramos, contemplamos; y nos sorprendemos, porque es un rastro, es una huella que va adelante de nosotros, que va dejando el cuerpo mudo. Lo que somos, lo que ya somos, pero que todavía no lo vemos, no lo entendemos, no lo conocemos. Somos seres encapsulados, nuestro propio pasado y nuestro futuro nos cubren, nos tiene como en un vientre, del cual nos alimentamos, lentamente como si la leche materna deviniera como gotas de rocío sobre la hoja temblorosa que es nuestra alma.
Así; lo que es éter se convierte en agua que solemos beber, lo que es tierra se convierte en alimento por el cultivo; y lo que es ignorancia se convierte en cultura, en conocimiento por medio de esa angustia, de esa insatisfacción que tiene, que siente, permanentemente nuestro cuerpo mudo.
Somos, somos ya algo que es, que pareciera que la metáfora de una flecha lanzada al vacío, en el vacío, debería ser una flecha encapsulada, una flecha convertida en astro, recubierta de una naturaleza, de una materia tan resistente y tan dura y a la vez flexible, como son los materiales del universo que nos rodea.
Somos universo. Estamos dentro del universo porque estamos hechos de pedazos de elementos del universo, no de otras partes, no construidos de otros materiales.
Un universo dentro del universo. Un universo con ojos, que ve, que va moviéndose, mutando sus ojos, sus miradas, sus conocimientos a medida que lo va recorriendo, lo va descubriendo, al universo en sí.
Un espíritu, el espíritu del universo convertido en ojos, en arte, como queriendo traspasarlos a otro estado, a otro sistema de medidas; al otro lado del espejo, como construyendo un universo representado, un universo que sea posible de ser visto por el espíritu mismo.
Valery decía: “ Si tu no ves que el fruto que cayó del árbol vuelve al árbol, es porque todavía no tienes suficiente paciencia”.
Karigüe

PRÓXIMO CAPÍTULO: lunes 18 de Febrero

Si ha leído este capítulo, me gustaría escuchar sus comentarios, enviando un mail a Juan.Karigue@gmail.com.
Gracias. Karigüe

No hay comentarios: