caminaba en el monte
entre matorrales bajos
y piedras
el desierto, era un desierto sin
arena, mas allá las montañas
el cielo azul, las nubes, el sol
subía y bajaba las pequeñas
lomadas, en silencio
solo el viento suave movía
las ramas altas, acariciándolas
más allá pasaban algunas
aves, a veces en formación
otras como si quisiesen
diluirse como nubes
ya era medio día, hora
de volver
sentía un vació tan grande
en mi corazón que quería
llorar
¡Tan solos estamos!
que ni el ruido de la ciudad
ni el de las tormentas
hacen hablar al silencio.
Karigüe
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