miércoles, 27 de mayo de 2009

Libro “Cuando se retira la ola” – Capítulo 10

UN POEMA

Los años avanzan inexorablemente, nos van consumiendo, ofrendando, como todo árbol, como todo animal, como toda vida: y en ese consumir hacemos, construimos, aunque sea temporal, nuestra morada; nuestra fortuna para los años que nos quedan, para que estemos mejor, para que podamos descansar. Aunque en realidad, nuestra existencia no cambia, lo único sí, no trabajamos.
Decía Goethe que: “Dios puso al diablo, para que el hombre trabaje” El trabajo es si es una necesidad para lograr vivir, tenemos hambre y sed, y tenemos que conseguirnos el agua y la comida; lo otro tal vez es obra del diablo: el lujo, los vicios, la apariencia, etc.
Todo eso para el hombre es como subir a una montaña, es esfuerzo; inclusive hasta los delincuentes lo tiene que hacer, pero es la excepción, lo general es un esfuerzo sano.
Lo que consigue un hombre maduro es una cierta paz, una cierta sabiduría, satisfacción del deber cumplido, con lo cual se apacigua el fin, el final. Sentimos que nos vamos desgranando, la tierra va recuperando lo suyo, hasta que por ultimo, entregamos aquello que fue ropaje, el cual hemos cuidado, y tenemos que agradecer.
El antes y el después lo ignoramos; por otro lado vemos a las montañas, las nubes, el sol, la luna, las estrellas, como todo aquello que permanece. Si bien ahora sabemos que no es por mucho tiempo, pero ha nosotros nos superan. Es por ellos que somos. Como decía un poeta: “Somos polvo de estrellas”
Estamos en un mundo donde nos cuesta vivir, no sólo es un esfuerzo físico sino mental y hasta espiritual, por las desviaciones de nosotros y de los demás; para ello basta ver la historia cómo está plagada de guerras, de violencia y de injusticia; pero a la vez hemos creado un cierto orden, lo estamos creando a la fuerza también; y, como agregado lo embellecemos, lo estamos volviendo bello.
De alguna manera somos echados de un estado, que se imprime dentro de sí como un paraíso. No es el vientre de la madre, es un proceso de formación, de gestación fuerte, para el hombre como hombre.
De donde venimos es de un paraíso, y estando aquí lo extrañamos, queremos volver a él, pero no sabemos cómo, porque el límite posterior, es decir a la muerte, le tememos.
A través de la historia, intentamos ver, con sus altibajos, con la naturaleza humana y animal del artista, que estamos construyendo un mundo bello, un paraíso aquí, ahora, en la tierra.
Esto seria lo natural, pero a la vez hay un sabor, como el de la sabiduría, como el sabor de la comidas, de las bebidas, del placer en sí; pero una placer especial que es el obrar, el obrar en su más profundo sentido, que es crear una obra de arte.
Es decir si bien tiene sentido el volver a éste mundo un paraíso, tiene mucha más profundidad el placer de construirlo, de hacerlo, de inventarlo; y no hay otra manera que con esfuerzo, con el trabajo. El trabajo en si, como toda cosa, como todo elemento, herramienta, o medio, ha ido evolucionado, desarrollándose, creciendo, siendo, siendo en el hombre como una de sus partes; como un órgano, como un sistema, de su cuerpo.
Pero el trabajo es algo más que una parte de su cuerpo; es como la pala con la que fabricó los cimientos de su morada; caminos, diques, puentes y hasta abrir la tierra para encontrar los metales.
Más que una herramienta, el trabajo es una actividad que cumple el hombre en forma automática, como es el respirar, el caminar, el mismo soñar.
Debemos haber estado en un mundo bajo agua; pero cuando se retiró, cuando quedamos sobre un valle andino, no solo tuvimos que crear nuestros pulmones para seguir viviendo, sino que tuvimos que ir en busca del agua. La sed nos dio la necesidad, cuando el agua se retiró.
El origen del hambre, lo tendríamos que ir a buscar en los primeros años de nuestra existencia sobre la tierra, tal vez cuando fuimos amebas.
Pero cuando la naturaleza se retira; en las sequías, cuando el agua no cae del cielo, etc., el hombre ha tenido que comenzar a sembrar, regar, cultivar; y si seguimos así podremos ver que la cultura es el acto o la actividad de hacer útil a la misma naturaleza: el trabajo. A través de él, es que el hombre sobrevive cuando la naturaleza, uno de sus últimos bastiones de la tierra, sobre la tierra, se comienza a retirar.
Es decir todo aquello que antes, la naturaleza nos daba, nos donaba en forma natural; ahora el hombre a través del trabajo lo tiene que conseguir.
Aquí vemos al trabajo como un órgano; como aquel que trae, introduce, en nosotros él alimento, como lo hace los pulmones con el aire, como lo hace el aparato circulatorio o el alimenticio.
El hombre tuvo que inventar o crear sus ojos para ver, sus oídos para escuchar, sus manos para agarrar, sus brazos para abrazar; así también el trabajo, para reemplazar a la dadivosa naturaleza; y, además a la nueva morada, el mundo, convertirlo en bello.
El alimento, el sustento, es el pedestal, el cimiento; lo otro es el paraíso.
No he visto, no he conocido hombres trabajadores, dedicados, a su manera, como los poetas, aquellos en los que brotó la pasión de la poesía, ya no se podrán irse de ella. Es uno de los brazos, de las ramas, del paraíso.
Por una parte el deseo está dentro de nuestro corazón y por otro, parecería que nos llegan hebras, hilos, casi invisibles, con los que tejemos las palabras, como cuando formamos un Rosario, o un collar, o simplemente cuando tejemos un canasto con esos hilos invisibles y tratamos de poner, de colar en él a las palabras, algunas pasan de largo y otras las que por su consistencia son precisas, quedan.
Un poema es como un ramillete de flores, más aun es como cuando la Sra, Rosita retiraba las flores del jardín de mi hogar y lo llevaba al mercado todos los Miércoles
Era ese ramillete de flores dentro del canasto de doña Rosita: un poema.
Karigüe

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